¡Adiós!
¡Adiós!… No cabe duda que hoy más que nunca se aplicaría en ti esa frase que dice “uno nunca cambia”, o mejor dicho, en mí quedaría a la perfección eso de que “el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”, aunque contigo no fueron dos sino muchas más.
Nadie podrá negar que por muchos años te entregue todo mi cariño y mi corazón. Siempre luché por ti con todo y contra todos. No importando que mi familia y amigos no te aceptaran, siempre te defendí y peleé con uñas y dientes por lo nuestro. Siempre juntos en las buenas y en las malas, que desafortunadamente en nuestros últimos años de convivencia, se volvieron las más.
Recuerdo con ahínco los fines de semana que compartimos. Al principio todos, o al menos la gran mayoría, fueron de dicha y gozo, pero de pronto sentí que empezaste a dejar de ser tú, de luchar, de esforzarte.
Puedo, sin temor a equivocarme, pensar que el dinero fue lo que hizo que tú cambiaras, de pronto ya no te importaba esforzarte, dar el máximo, total tenías más que nunca el dinero en la bolsa, qué importaba lo demás.
No sé el porqué de mi actual actitud si hace más de 10 años que decidí “cortar por lo sano” contigo. Aunque lo tengo que admitir, nunca deje de seguirte, de saber de ti, de preocuparme. Supe que tuviste tus buenos momentos, tus protagonismos, pero también que volviste a las andadas en eso de descuidar lo que eres y lo que significas, lo que vales.
Estoy decidido.
Todavía no entiendo por qué me sigue doliendo lo que te pasa, por qué simplemente no dejo que tú hagas un papalote con tu destino y me olvide, ahora sí, para siempre de ti. Por qué debo de seguir sufriendo y llorando a pesar de que, perdón por las palabras, ¡ya no te quiero!
Ya vez el sábado, otra vez puse mi corazón en ti, como aquel chiquillo que fui hace mucho tiempo, embelesado por tus acciones de días pasados, vi deslumbrar en ti otra vez esas ganas de volver a destacar, a ponerle empeño a las cosas, a ponerle vida y corazón, ese sueño de volver a estar en lo más alto, en el lugar que te corresponde. Pero no, otra vez volviste a romper mi corazón, y eso que ya ni te pertenecía.
Pero ahora sí estoy decidido a decirte adiós definitivamente, a olvidarme de ti, a sacarte de una vez por todas de mi cabeza y de mis pensamientos. Adiós al dolor, adiós a las lágrimas por ti.
Se acabaron las angustias, las falsas esperanzas, los sueños e ilusiones contigo, que al final sólo eso eran. También quiero por fin decir adiós a esa letra de tu himno que nunca pude dejar de cantar: “América, ¡Águilas! América, ¡a ganar! No te detengas, tú serás el campeón”.
San Lunes… Por Víctor Hernández.
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