El Salón de la Plástica Mexicana recordará al escultor Antonio Nava Tirado.
El Salón de la Plástica Mexicana recordará al escultor Antonio Nava Tirado.
El Salón de la Plástica Mexicana, recinto del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), realizará el conversatorio Recordando a Antonio Nava, este sábado 15 de junio, a las 18:00 h, donde los artistas Aliria Morales, Hermenegildo Sosa y Julio Carrasco, compartirán con el público la trayectoria del destacado escultor y catedrático de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado (Enpeg) La Esmeralda, quien falleció el pasado domingo 14 de abril.
Creador de obras como Germinación (1985), la cual forma parte del Jardín Escultórico del Museo de Arte Moderno (MAM), donde materiales y la forma se funden con el entorno natural, Antonio Nava Tirado (29 de febrero, 1948) se destacó por ser uno de los pocos artistas de talla directa en piedra volcánica, material que se caracteriza por su dureza.
Para la pintora Aliria Morales, Nava Tirado “fue uno de los mejores escultores de México, un hombre muy sencillo, espiritual, pisciano. Creo que, si no hubiera seguido el camino del arte, hubiera sido físico cuántico, porque amaba todo aquello que no vemos, pero que está ahí”.
En entrevista, la también poeta recordó que Nava Tirado, con quien compartió una larga amistad, era un observador agudo del entorno, un gran lector de poesía contemporánea y prehispánica, así como tenaz investigador de los materiales, la naturaleza y el universo.
Él decía: ‘en la poesía está todo lo que plasma el artista’. Estudiaba las cosmogonías prehispánicas, la naturaleza, donde el agua y la piedra están dentro del alma de su obra. Era un poeta de la forma, sutil en sus esculturas, cargadas de un erotismo muy delicado, siempre dual.
Añadió que, además, fue un representante del arte mexicano en otros países, como Japón, Dinamarca, Francia, donde “se presentó con gran éxito”, como Bajo el sol jaguar, que realizó para el Living Desert and Sculptures, en Broken Hill, Australia, la cual se convirtió en una obra icónica dentro del sitio, pues establece una relación simbiótica con el desierto. “Es una obra cargada de una fuerza única, espiritual”.
Explicó que, si bien fue experto en la talla de piedra, sus búsquedas lo llevaron a investigar y experimentar con diversos materiales: madera, fierro, “pero la piedra fue especial para él”.
Por su parte, Julio Carrasco dijo que Antonio Nava tuvo una expresión particular con el agua, pero él “trajo de las entrañas del planeta a la piedra volcánica y le dio vida. Era muy meticuloso en su trabajo, ganó muchos premios en muchas partes del mundo, en México ganó tres veces la Trienal de Escultura.
Dejó un legado maravilloso, donde supo conjugar las expresiones del espíritu de nuestras culturas precolombinas con las expresiones contemporáneas, el manejo del cemento, la obsidiana, la madera.
Recordó que el artista no trabajaba junto a los demás escultores convocados, sino que esperaba al amanecer para realizar su labor:
Nadie lo veía, pero cuando quisieron saber qué estaba haciendo, invitó a todos a presentarse al amanecer, porque, con la luz se forma la sombra de un jaguar, y fue impactante para los periodistas.
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