Rito navideño.

Rito navideño.

Rito navideño… El reloj marcaba las 8 en punto, solamente restaban algunas horas para que diera comienzo, como cada año, aquella ceremonia en el cual Charly debía, contra su voluntad, participar.

¿Cómo puedes negarte a seguir las tradiciones? ¡Todo permitiremos menos que uno de nuestros hijos ponga en vergüenza el nombre de la familia!

Mira que negarse a ser partícipe de la tradición más vieja y arraigada de esta sociedad. Bonito se vería que el “niño bueno” de este clan saliera con sus cosas sólo porque ¡no le gusta!

Dejando a sus padres con la palabra en la boca, Charly no tuvo más remedio que salir a buscar a sus amigos, tal vez ellos le ayudarían a sobrellevar un poco la angustia por tener que cumplir con esta tradición social. Se aproximó primero a la casa de Beto, de lejos pudo ver como éste ya empezaba con el ritual anual.

Ni modo de acercarse y tratar de hacerle ver que eso no era bueno, que esa tradición de antaño debería de cambiar pues en nada ayudaba ni a ellos y mucho menos a la sociedad. Lo vio tan contento en compañía de sus primos que no tuvo valor para aproximarse, así que dando media vuelta se alejó.

Camino a casa de Salomón, fue recordando los años anteriores en que había tenido que

participar en esta celebración navideña. Por más que buscó no encontró gratos recuerdos, al contrario, en cada una de las celebraciones pasadas, las cosas habían terminado mal, con los ánimos encendidos, luego las malas palabras y en muchas ocasiones llegando hasta los golpes.

No tuvo ni siquiera que llegar a casa de Salomón para darse cuenta que también la familia de su amigo ya había iniciado con el ritual decembrino anual. Resignado, no lo quedó más remedio que regresar a casa y cumplir, como “buen hijo”, con aquel rito navideño que nunca había comprendido y al parecer jamás lo haría.

Era casi medianoche cuando regresó a casa. Ya toda la familia, tíos, primos y demás parientes iniciaban con el ritual anual. Todos asombrados vieron la expresión de Charly cuando éste abrió la puerta y dio, con tono de disgusto, las ¡buenas noches!

Entra hijo, solamente te esperábamos a ti para dar comienzo, por un momento temíamos que no llegaras. ¡Señoras, Señores!, ahora sí que comience la ceremonia.

Ándale hijo, destápate la primer cerveza, ¿no vez que ya te llevamos ventaja? Oye papá, y ¿por qué tenemos que emborracharnos cada Noche Buena? ¿No podríamos celebrarla de otra manera? Hijo, la tradición, desde que se

llevó a cabo la primera Navidad hace más de 2000 años, es que los peces debemos beber,

beber y volver a beber, sino no habría modo de ver a Dios nacer. Así que no se diga más y

brindemos mi querido pececito de río.

San Lunes… por Víctor Hernández.

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