El vendedor de silencio de Enrique Serna, o como un hombre se borró a si mismo de la historia.
El vendedor de silencio es una novela biográfica escrita por Enrique Serna, que nos narra la vida y obra de uno de los Periodistas mexicanos más destacados de la historia; Carlos Denegri.
Este libro es un viaje que vale la pena tomar, y no tanto por su protagonista, que de poco interesante no pecaba. Pero más bien, por ser principalmente, una de esas tramas que te dejan divagando y reflexionando sobre ella, semanas aún después de haberla terminado.
Que hace que a tu cabeza lleguen preguntas como: ¿Por qué le permitían hacer lo que hacía? ¿Cómo escaló hasta ese punto? ¿Por qué nadie lo detuvo? O ¿Por qué tuvo que terminar así?
Carlos Denegri.
Pero vamos por partes, primero hemos de analizar a detalle a Carlos Denegri. La obra nos permite viajar hasta lo más profundo de su subconsciente, conocemos como pensaba y por ende como actuaba. Denegri no hacía nada que no tuviera un objetivo a corto, mediano o largo plazo, no daba un paso en falso, dicho coloquialmente.
Se podría pensar incluso, que él no era periodista porque el oficio le apasionará. Sino porque al menos en esos tiempos, el ser un buen periodista significaba ganar, y ganar muy bien. Su figura como un periodista respetado está tan bien trazada, que traspasa la cuarta pared entre el lector y el papel. Temes por instantes, pensar o decir algo que a Denegri le pueda molestar.
Sabemos que al final, ironías de la vida, fue esa actitud ególatra, la que le llevo no solo a su muerte, sino al olvido y exilio de la historia del periodismo internacional.
En las escuelas, talleres, conferencias y demás medios enfocados a impartir el periodismo como un oficio, Denegri fue olvidado. No pudo con el juicio de la historia.
A pesar de la previsible negativa, claro indicador de que la señora se cotizaba muy alto, volvió a la oficina convencido de haberle causado una buena impresión. Nada lo gratificaba más que medir el efecto de su nombre sobre las mujeres. Caería, sin duda caería, el halago de ser cortejada por un periodista famoso vencía a cualquier resistencia. No es ningún pobre diablo el que anda detrás de tus huesos mamita, se ufanó al verse al espejo. (Serna, Enrique, agosto 2019, El vendedor de silencio, Ciudad de México, Alfaguara Editorial.)
El vendedor de silencio.
Párrafos como este, que se encargan de exaltar, de poner en un pedestal a la figura de Denegri, resultan hilarantes, al recordar que hoy en día, su nombre tiene más peso como un machista que como el intelectual que era.
Porque si lo era, muy a su pesar, el hombre era un poliglota, mantenía relaciones fraternales con gobernadores, funcionarios públicos, diputados, y hasta con ex presidentes.
Tenía los mismos contactos que trucos bajo la manga. Y en el cajón de su escritorio, los datos certeros para terminar en un solo día con la imagen de cientos de políticos. De ahí la grandeza del título que Serna escogió, Denegri no vendía sus notas, vendía su no publicación, vendía su silencio.
Y el lo sabía, a lo largo de la novela, Enrique Serna nos deja en claro que Denegri era una persona metódica.
Su relación con la epistemología.
La epistemología era su pan de cada día, como la de cualquier persona que se dedica a esto, pero a diferencia del resto, Denegri sabía cuándo dejar de seguir la “fórmula”.
En un ejemplo simplificado, podríamos decir que cuando necesitaba una nota, el número telefónico de una mujer que claramente no quería darle su número, una entrevista, ser invitado a algún evento, o un enorme favor de una figura influyente, ponía en práctica el proceso de conocimiento, sí, pero a su conveniencia.
Se acercaba al objeto de estudio, que en su caso podía ser desde un político hasta una mujer, interactuaba, haciendo uso de sus dotes periodísticos obtenía lo que buscaba, pero… se detenía siempre en el último paso.
Recordemos que seguimos hablando del vendedor de silencio, terminar con el proceso de conocimiento no siempre era su plan.
Compartiría lo aprendido solo si él así lo decidía. O mejor dicho, no lo compartiría si eso era más conveniente para la billetera.
El periodicazo.
Siguiendo en esta línea, podríamos criticar también, la falta de objetividad, no en su labor periodística, sino en su vida cotidiana.
Porque hasta Julio Scherer, quien llego a ser director del Excelsior, admitía constantemente, que en cuanto a trabajo de reporteo, investigación y periodismo puro, jamás podría vencer a Denegri.
Esto tiene una base lógica, Carlos podía ser crítico, irónico e hiriente con cualquier político o empresario si se lo proponía.
Sí, claro que era capaz de ser objetivo, tan era capaz de ello, que, si hubiera querido abrir un medio propio para separarse de Excelsior, lo hubiera hecho y con éxito, porque ya no se trataba del periodicazo en sí, sino de quien lo había hecho.
Los periodistas…
Denegri fue un materialista, un idealista, y una persona que se dejó consumir por un gobierno y un sistema a los que pudo tal vez no derrumbar, pero si dañar irremediablemente, aun así, se refugió en la mansión que le pagó su silencio.
Y para un periodista, eso ya no es si quiera una traición al oficio, es una contradicción, un hecho carente de sentido.
Los periodistas, esos seres raros, que están en una constante búsqueda del llamado “conocer”; ¿Qué es? Buscar las respuestas a los enigmas que afrontamos. Por eso es comprensible y hasta cierto punto identificable la figura de Carlos Denegri, porque tener siempre la necesidad de conocer, hacerlo y no mostrarlo al mundo se escucha como una tortura. Seguro una guerra interna se libraba 24/7 en su interior.
No lo sabemos a ciencia cierta, las versiones no son claras, quizá sí fue Natalia la que disparó, pero ¿Y si no? ¿Si él fue quien apretó el gatillo? No sería loco pensar eso, después de todo, el mantenerse en silencio es estar con uno mismo, y eso puede llegar a ser estresante.
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CON LA INFORMACIÓN DE ÁNGEL ZAPATA/ENRIQUE SERNA.
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